Una sola mirada, tan sólo una, le sirvió para darse cuenta de que algo no iba bien. Inundado de incertidumbre y envuelto de una soledad abrumadora recordó la conversación que tuvo con su mánayer hace poco más de una semana cuando acudieron a una firma de libros en las Islas Canarias. En el hall del hotel, 500 o 600 personas se agolpaban para conseguir la firma de ese nobel escritor que hace apenas dos años trabajaba en una joyería vendiendo vanidad a precio de oro. Cuando hubo firmado todos los ejemplares de su carta de presentación, la novela 'Sueños rotos por el despertar de la verdad', subió hasta la suite que tenía reservada en la octava planta de aquel lujoso hotel con el que antaño ni se permitía soñar. Se descalzó y encendió el teléfono móvil. Tenía doce llamadas de su exmujer. Desde que su libro aterrizó en los escaparates de las librerías de media España esa arpía que tanto le había vapuleado parecía querer recuperar el tiempo perdido. Hipócrita, pensó para sus adentros.
Trató de desconectar de la extenuante realidad que le perseguía. Encendió la televisión pero pronto se cansó de ver, por una parte, el tan manido mensaje del rey mientras, en otros tantos canales, el protagonista era ese indiscreto pirsin que había decidido incorporarse de serie la famosa de turno. La elección de Catar como sede del Mundial de fútbol de 2022 cerraba el círculo vicioso informativo. Aún no eran ni las 10 de la noche pero el día había sido más que agotador. Llamó a la recepción del hotel para que le subieran a la habitación algunas de las sobras que habían permanecido intactas sobre las mesas del cáterin horas antes. A duras penas consiguió mantener los párpados alzados cuando dos golpes suaves en la puerta anunciaban la llegada de su cena. Se apresuró a abrir pero al otro lado de la verde moqueta que anunciaba la entrada a su 'casa' su mánayer, Claudio Estrella, le esperaba con el semblante descompuesto. Su ritmo de voz acelerado e ininteligible le privó de asimilar la mayoría del mensaje. Sin embargo, entre los sollozos y las lamentaciones acertó a descifrar una sentencia que ahora, con la ceniza acariciando su cara y el alba destapando la silueta inerte del cadáver, tomaban un cariz definitivo. "Parecía imposible pero ha sucedido. Lo...lo he visto con mis propios ojos; Ha resucitado". Ahora todo tenía sentido. Ya no tenía vuelta atrás. O lograba acabar con la farsa o esa iba a ser su última noche.
P.D: En cursiva algunos de los cambios que la RAE ha introducido en la Ortografía española.
Manda 'güevos' los nuevos cambios.
ResponderEliminarTus palabras enganchan...
Absurda Cenicienta.