martes, 30 de noviembre de 2010

El Color de la Igualdad


En pleno siglo XXI y cuando la bandera de la solidaridad y el respeto parece enarbolarse con demasiada frecuencia una lacra sigue asolando a la sociedad: el racismo. Continuamente, y por desgracia, se suceden las noticias que narran atentados contra los derechos civiles únicamente por la  diferencia racial. Así, en una nación como España, que es el país de la Unión Europea con mayor porcentaje de inmigrantes extracomunitarios (la mayor parte africanos o suramericanos) el asunto alcanza una dimensión más importante aun si cabe. Tan sólo es preciso teclear en cualquier buscador las palabras Racismo y Violencia para tomar conciencia de hasta que punto el sentimiento racista sigue asolando España como si de una peste se tratase. Hasta 400 webs en España alientan  a sus usuarios para que marginen al prójimo por su aspecto, rasgos o color. La intolerancia y la xenofobia son las llamas de ese fuego descontrolado que intenta destruir, convirtiendo en cenizas, una derecho fundamental como es el de la igualdad.  Marthin Luther King, durante su histórico discurso en Memphis; Rosa Parks con un gesto tan común como el de sentarse en un autobús; el atleta Jesse Owens -por cierto, nieto de esclavos- al alzarse con cuatro medallas en los Juegos Olímpicos de Berlín; o Nelson Mandela, símbolo de la lucha contra el apartheid en Suráfrica, entre otros muchos, pusieron los cimientos de una realidad que sigue tambaleándose ante los rancios ideales de unos individuos que ven en su color de piel una excusa para poder pisotear y, por ende, situarse por encima del prójimo. 
          
           Huelga decir que, con el transcurso del tiempo, estos -los racistas- se han convertido en la minoría, aunque en una minoría a extirpar de la sociedad. No en vano, existe otra forma de racismo, la posicionada tras un halo de ingenuidad, que continúa con la intoxicación sistemática de la verdad para revitalizar la deleznable postura racista. Enmascarada como una simple opinión o como una sentencia inocente, los prejuicios se han convertido en aquellas balas que hace escasamente medio siglo asesinaban con el racismo apretando el gatillo. “Todos vienen a quitarnos nuestro trabajo”, “los inmigrantes nos están invadiendo” o “todos son iguales: solo vienen a robar y a delinquir”, son algunas de las frases tan, y tan extendidas cuando se mencionan a inmigrantes. Con ellas, que en ocasiones son empleadas sin maldad y en el contexto de una conversación fluida, se hace un flaco favor a los derechos civiles por la que tanta gente a derramado sudor y sangre. Cuando una mentira, como es el caso, se repite hasta la saciedad acaba, por extenuación, convirtiéndose en una verdad a medias o lo que es lo mismo en una opinión puesta en practica muy comúnmente. 

         Por ello, para pelear contra la violencia racista, contra la xenofobia, discriminación o intolerancia hay que empezar por ese estrato de la sociedad que denuncia las agresiones al mismo tiempo que las incita con su incontinente verborrea. Pasar de la cómoda posición de denuncia postrados en el sillón de casa mientras por la televisión presenciamos como algo 'normal' las prácticas racistas ante determinados colectivos a hacer nuestra esa teoría de igualdad caída en desuso y de la que todos presumimos pero pocos utilizamos ante el conflicto cotidiano del racismo. Hay que hacer de la conciencia y de una realidad sin cortapisas el alegato hacia la igualdad de razas. 

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Una asociación con mucho futuro




En el marco de la IV edición de las Jornadas de Periodismo Digital, se presentó la Associació de Mitjans Digitals de la Comunitat Valenciana. Su presidente, José Luis Silvestre, quiso recalcar antes de entregar el carácter de esta asociación, que radica "en promover la promoción del sector digital dentro de los medios de comunicación". Teniendo en cuenta esta premisa, Silvestre explicó que la inversión en medios digitales "se va incrementado en un 17,3 por ciento, expandiéndose cual epidemia a lo largo de las tres provincias de la Comunidad Valenciana".  

Acerca de los distintos objetivos de este grupo de periodistas digitales, Silvestre señaló que "para nosotros es muy interesante la existencia de medio digitales en valenciano. Además, la herramienta de investigación también tiene una gran importancia", concluyó.

Tras la presentación, se entregaron los premios Oimed, en los que resultaron vencedores Borja Vnetura en la categoría de periodista 2.0,  Horta Noticias como mejor microblogging y Bous al Carrer en el ámbito de redes sociales.

martes, 23 de noviembre de 2010

La Lacra del siglo XXI

Dentro de dos días, el jueves 25 de Noviembre, se celebra el Dia Internacional Contra la Violencia de Género. Por desgracia, durante esa jornada las calles se llenarán de actos recordando con rosas y lágrimas las mujeres víctimas una de las peores pandemias que asola el siglo XXI. Y si, digo por desgracia porque sería mejor levantarse dentro de dos días y que no fuese necesario tener que, por ejemplo, recordar que tan sólo en España 66 mujeres han sido asesinadas por sus (ex) parejas en lo que va de año. Que siguen existiendo individuos que por el mero hecho de su condición fisiológica (estrechamente ligada con su falta de intelecto y raciocinio) hacen de sus puños su único tribunal y de las vejaciones la ley máxima.
      Cada lágrima derramada por una mujer maltrada (física o psicológicamente); cada moratón sobre la piel femenina, cada silencio cargado de pesadumbre, de rabia, de dolor o de extenuación es un estigma que atormenta la ya de por si atribulada realidad de una sociedad desquebrajada. Uno de los primeros pasos dados hacia la exterminación de esta lacra fue el de la creación de unos tribunales especializados en violencia de género que agilizasen las denuncias y sus posteriores sentencias y facilitasen los trámites (logrando que en cinco años las denuncias por maltrato aumenten hasta un 17%). Estos órganos, junto a la protección y seguridad de las víctimas, se han erigido como bases sólidas de la política contra la violencia de la mujer.
        Ahora, se apunta hacia los medios de comunicación. Se ha planteado la posibilidad de prohibir que estos informen sobre los crímenes de este tipo. El objetivo, frenar el efecto domino que producen este tipo de noticias al igual que se hizo tiempo atrás con los suicidos (las empresas informativas firmaron un pacto de silencio).
        Este puede ser un parche más para ocultar el problema y disminuirlo pero no una solución final. Mientras una mujer siga soportando los golpes y cargando en su alma con esta sinrazón no habra triunfo alguno ni paso enfrente. El único antidoto es el de la concienciación. El de hacer ver la igualdad y el respeto como principios inherentes al ser humano. En ese momento, cuando todos nos veamos como semejantes, podremos conmemorar un día; el día en que la muerte sexista desapareció para siempre

domingo, 21 de noviembre de 2010

Oda a Benedetti. 2a Parte

....Abatido por los golpes certeros de una existencia desconocida se dejó caer sobre la cama. Desde la última llamada había desistido en su afán de encontrar alguna explicación a los acontecimientos y se había dedicado a contemplar extenuado el ajetreo del mundo desde su ventana. Antes de cerrar los ojos por un agotamiento más mental que físico, miró el reloj entendiendo que era del único que se podía fiar. Sus manecillas marcaban las dos de la madrugada. Ya no podía más. No hoy.



Se despertó por la luz que entraba por la ventana entreabierta. Se le había olvidado echar la persiana. Como siempre, recapacitó. El reloj marcaba las ocho y veinte por lo que pensó en quedarse un poco más en la cama ya que aun le quedaban más de dos horas para entrar a trabajar. Era lunes y estaba más contento de lo habitual ya que esta semana le tocaba inspeccionar los niveles de las aguas residuales y no el tratamiento de estiércol liquido. Al mirarse en el espejo recordó que llevaba tiempo queriendo llamar al peluquero porque necesitaba urgentemente un buen corte de pelo. Se extraño de llevar puesto ya el mono de trabajo, sin embargo, un fuerte estruendo procedente del exterior captó su atención. Se asomó a la ventana y no pudo contener la risa cuando, en la cera de enfrente, vio a una anciana que intentaba pasear a un perro aunque era este segundo el que más bien parecía pasear a la mujer. A pocos metros de la primera escena, dos hombres discutían airadamente junto a dos automóviles accidentados. Aunque vivía en un octavo piso captó alguna de las lindezas que se dedicaron los susodichos.
Seguía presenciando la disputa cuando el teléfono comenzó a sonar. No necesitó mucho para averiguar el significado. Aun así, respondió. Efectivamente, a la otra línea del teléfono la misma voz masculina de todos los días, el mismo tono envolvente, sereno, formal y, como no, el mismo mensaje. “Roberto no olvides que sabemos lo que hiciste y pagarás por ello”, afirmó sin balbucear.
Roberto ni siquiera se dignó a contestarle. Al principio, cuando hace un año comenzaron las amenazas, pensó que sería una broma pesada de algún alma atormentada que no tenía escrúpulos. Con el paso del tiempo comprendió que fuese quien fuese el autor de las amenazas iba en serio. Todos los días llamaba cuatro veces, sin faltar a la cita. Discurrió que debía ser alguien  conocedor de todo lo que hacía porque las llamadas siempre se acoplaban a su horario de trabajo. Cuando tenía turno de mañana, a las seis de la mañana sonaba el teléfono. En las semanas en las que, por el contrario y como era el caso de esta, entraba a trabajar por la tarde, las amenazas se retrasaban unas horas coincidiendo así con el momento en el que se despertaba. Nunca fallaba. Cuando se dio cuenta de la gravedad del asunto su vida cambió por completo. Ya no se relacionaba con nadie, solo salía de casa para trabajar y si tenía algún plan lo anulaba con una lista de excusas que había ido perfeccionando con el paso del tiempo. Dejó hasta su casa recluyéndose en un pequeño piso de escasamente cincuenta metros cuadrados. Consideró que si se instalaba en una finca tan concurrida como en la que ahora mismo vivía nadie se arriesgaría a ir a por él por miedo a ser visto por algún vecino.
Pese a todo, desde el fatídico accidente todo cambio. De nada sirvió que la justicia le declarara inocente del doble homicidio por imprudencia del que se le acusaba. No existe el día que no recuerde aquella aciaga tarde de domingo en la que, por culpa de la intensa lluvia que arreció durante una semana, colisionó con otro automóvil. El infortunio hizo que el otro coche se estrellase contra una pared y que sus dos integrantes, madre e hijo de tan sólo dos años, murieran en el acto.
Aunque un juez le absolvió de toda culpa su conciencia no le había concedido el ansiado perdón. Las continuas amenazas habían hecho que aflorara en él un firme sentimiento de culpabilidad que no podía extinguir. Se sentía culpable de ambas muertes aludiendo a que si ese día no hubiese cogido el coche nada hubiese sucedido. Por encima de las amenazas, a las que ya veía como parte de su vida insustancial, era su remordimiento el que no le dejaba pasar página. Seguía clavado en aquella lluviosa tarde de otoño reviviendo día tras día con impotencia el accidente. En cada recuerdo apretaba con mayor fuerza si cabe el freno de su coche pero el agua siempre le ganaba la partida.



Su estado de salud se estaba deteriorando paulatinamente y por eso le dieron la baja por seis meses en el trabajo. Hoy era el día de su reincorporación aunque no se veía con las fuerzas necesarias ni para traspasar la puerta de su casa. Llamó a la empresa y se excusó empleando una de sus tan manidas evasivas. Ahora solo le quedaba ver pasar otro día más desde su ventana y esperar a que el teléfono sonase para descolgarlo y escuchar una vez más una amenazaba que ya se sabía de memoria. “Roberto no olvidemos que sabemos lo que has hecho y vas a pagar por ello...”, atestiguó en voz alta mientras se dejaba caer sobre la cama.

Mientras llegaba la amenaza jugó a inventarse un día en el que no recordase nada, ni su propio nombre, ni su aspecto, ni por supuesto aquel duro revés. Ideó un día en el que su único problema fuese el de reconocer la voz de la persona que estaba al otro lado del teléfono. Bendito problema, añoró mientras cerraba los ojos con la ilusión de despertar algún día con la mente en blanco.

Oda a Benedetti. 1era Parte

                                         Bendito Olvido


Se despertó sobre una cama extraña para él. No reconocía la dureza del colchón. Tampoco el color azulado de las paredes de la habitación. La ropa que había dentro del armario y las caras que protagonizaban las fotografías de los marcos no le eran familiares. Verse encerrado en un espacio extraño le inquietaba. Sin embargo el temor pronto se desvaneció. El desasosiego por estar en casa ajena quedó relegado a un segundo plano cuando se percató de que su emplazamiento no era lo único que desconocía. Su rostro, reflejado en un espejo polvoriento, era algo novedoso para él. Como si del semblante de un desconocido se tratase, la repasó con detenimiento. De hecho, intentó analizar al pormenor su fisonomía para averiguar su edad. Sus ojos, pesarosos, tristes, aciagos, eran la lúgubre puerta a una fachada visiblemente castigada. No menos deprimente era su cabello, negro, seco, repleto de trasquilones. Vestía una camisa blanca y unos vaqueros desgastados. Sus zapatillas, de color negro, llevaban una franja marrón que, sin saber porqué, le evocaron a un olor a excremento que agitó su, ya de por sí, atribulada conciencia.
Debo tener unos 30 años, atestiguó en voz alta para probar de paso que sabía hablar. En otro ejercicio de introspección improvisado, ahondó en su dolorida cabeza para encontrar un nombre. Sin embargo, cuando más intentaba dar caza a la realidad en la que se veía sumido mayor era el desconcierto que reinaba. Nada, ni un apellido, ni siglas, ni un vago recuerdo de un pasado cercano, tan sólo el mayor de los vacíos.
Abatido por la situación se dedicó de nuevo a estudiar el entorno que le rodeaba. Lo primero que le llamó la atención en ese cubículo angosto de apenas tres metros de ancho era una pequeña mesita que encontró junto a la cama. Sobre ella había un viejo teléfono descolgado. Se abalanzó sobre el auricular que colgaba silencioso a pocos centímetros de tierra. Desesperado, buscó sin éxito una toma de línea en la pared que diese vida al dichoso aparato.
Cerca del teléfono, encontró un reloj de pulsera que si parecía funcionar. Aunque marcaba las tres y veinte, fue el hipnótico movimiento del segundero lo que captó su interés. Pasó un minuto entero con la mirada fija sobre su muñeca cuando, de pronto, un fuerte estruendo procedente del exterior le rescató del estado de sugestión en el que yacía. Desde la estrecha ventana contempló absorto como un río de personas, ajenos a su delicada situación, transitaban por la calle. Arriesgándose a una caída con fatales consecuencias, extrajo medio cuerpo por la cristalera para contar las ventanas que habían bajo la suya.
Tras certificar que moraba en un octavo piso, contempló de nuevo el panorama que se presentaba ante él. En la acera de enfrente una anciana paseaba a un perro, aunque por el ímpetu del animal pensó que más bien era este el que tiraba de la mujer. A pocos metros de la primera escena, dos hombres discutían airadamente junto a dos automóviles accidentados. 
La avenida, de dos direcciones y con una hilera de árboles haciendo de mediana, estaba repleta de establecimientos. Desde su posición pudo contar hasta ocho bares, cinco tiendas, tres farmacias, dos supermercados e incluso un hospital. A lo lejos, el bulevar se perdía en un horizonte sin fin fundiéndose con un cielo gris ceniza.
De pronto otro sonido, en esta ocasión musical y más armonioso, le hizo abandonar la calle. La melodía procedía de ese teléfono que hace cinco minutos estaba estropeado y sin conexión. Bloqueado por la situación no reaccionó hasta que la música cesó por completo. Le recorrió un sentimiento de alivio nuevo para él.
Una sensación ínfima ya que apenas unos segundos más tarde volvió a sonar. En esta ocasión reunió el arrojo suficiente para descolgar titubeante el teléfono:
                       
-          Hola Roberto, ¿cómo estás? Hace tiempo que no tenemos noticias de ti pero no olvides que sabemos lo que hiciste y pagarás por ello.

Tras la amenaza no tuvo tiempo de réplica. El teléfono, de nuevo, había dejado de funcionar. En apenas diez segundos de llamada al desconocido emisor del mensaje le había dado tiempo a provocar en él una vorágine de reacciones, pero ninguna que tuviese que ver con el miedo. Intriga, indiferencia, interés, desazón, pero no temor. Lo primero que se le vino a la mente tras recibir tal intimidación fue el nombre: Roberto. ¿Sería así como me llamaba?, se preguntó inquieto. ¿Era esa la palabra que tanto había rebuscado en su interior y con la que no había topado?. Enseguida caviló, quizás para quitarse el peso de la duda de encima, que la amenaza podría no tenerle como objetivo. Tal vez se habían equivocado de número, es algo muy común, reflexionó.
Ya parecía convencido por la propia realidad que se había montado cuando el teléfono volvió a sonar. Antes de descolgarlo miró el reloj y calculó que había pasado casi una hora desde la anterior llamada, eran ya las siete y media. Sesenta minutos intentando buscar una pizca de raciocinio a todo lo que le estaba sucediendo. En esta ocasión, tras levantar el auricular con determinación y escuchar palabra por palabra la misma sentencia logró murmurar en tono interrogativo un disculpe que fue precedido por una clara condena.

-          No te hagas el tonto. Sabes muy bien de lo que te hablo. No tienes escapatoria.

Otra llamada y su coartada desmontada por completo. Una segunda llamada ya era mucha coincidencia y más para alguien que busca intimidar, concluyó. Parecía pues que la víctima de las amenazas no era otro que él. Dos llamadas en tan poco tiempo le hacían acreedor de ese discutible honor. Ahora bien, si las amenazas le tenían como destino, también el nombre como protagonista; Roberto. O por lo menos esa es la conclusión que extrajo aunque de poco le importaba saberlo.
La verdad es que no le encajaba nada desde el principio. Ni la habitación, ni su rostro, ni el teléfono desconectado que funciona, ni ahora su nombre y las amenazas. Nada. Por ello, dando otra vez rienda suelta a su maltratada imaginación, esgrimió un pretexto algo sibilino para su coyuntura. Desde que había despertado con la mente vacía nada de lo que había pasado era verdadero. Lo único real es que seguía durmiendo en su cama, en ese lecho que tan extraño le había resultado poco tiempo antes, por lo que todo, las amenazas, la amnesia, su aspecto demacrado, era producto de un subconsciente traicionero. Pronto iba a despertar de esta pesadilla y se reiría del mal sueño que había padecido...
O al menos eso es lo que pensaba cuando el teléfono volvió a retumbar dentro de la habitación continuando la temida pesadilla.
-          Buenas tardes Roberto –dijo una voz femenina que en nada se parecía a la de las otras dos llamadas. Espero que esté mejor. Le llamaba de Toxinutri para recordarle que mañana se tiene que reincorporar al trabajo.

Esta afirmación le descolocó más que las amenazas. Pasaron unos segundos hasta que acertó a responder
-          Gracias, por avisarme pero lo recordaba –replicó en un tono poco convincente.
-          ¿Está seguro? –continuó ella algo desconfiada por la credibilidad de la voz que acababa de escuchar.
-          Si sí, no se preocupe –adujó. Es que me pilla algo traspuesto.
-          De acuerdo, hasta mañana entonces –concluyó escéptica.

Roberto, que ahora ya si que no dudaba de la veracidad de su nombre, se despidió con un simple adiós. Ya no podía con todo. Por si no fuese suficiente con la amnesia y a las amenazas, ahora tenía que sumarle un trabajo misterioso en una empresa no menos enigmática; Toxinutri. 



El reloj marcaba las once menos diez cuando un recuerdo, el primero del día, resonó en su hueca cabeza. Abrió el armario y tras sacar de él con poca delicadeza pantalones, camisas y demás, cogió un mono de trabajo. Era blanco, de cuerpo entero, y sobre el pecho llevaba un emblema formado por una especie de depuradora y un grifo de dimensiones faraónicas. En la espalda, de hombro a hombro, llevaba una inscripción: “Toxinutri SA. La solución a todos sus deshechos”.
Abrió la cremallera y como si de una prueba definitiva se tratase se desnudó para probárselo. Parecía hecho a medida, le encajaba a la perfección. Tanto que no se lo quitó ya que con él se sentía mucho más cómodo que con unos vaqueros rotos y una sucia camisa, como protegido por una fino velo que concordaba con su imagen desmejorada...

martes, 16 de noviembre de 2010

Germanor


La temporada 97/98 el Vila Real conseguía ascender a la Primera División del fútbol español con Fernando Roig como máximo responsable de la difícil hazaña. Rodeado de unas personas, como Llaneza o Fernando Roig Jr., cuya filosofía ha creado una fábrica de jóvenes valores con el fútbol base como principal apuesta, un pueblo de apenas 50.000 habitantes se ha asentado en la máxima categoría del fútbol español con un crecimiento espectacular.

Además de la industria de la porcelana, la empresa Mercadona y alguna ayuda política que otra, hay que sumarle los favores del entonces “hermano mayor”, el Valencia CF, plasmados con las cesiones de futbolistas como Palop, Albelda o Angulo que ayudaron al submarino a ir haciéndose un hueco en la élite.

Ésta meteórica proyección del Vila Real ha sido proporcional al declive del Valencia CF. Después de la época dorada y mientras en el club de la Plana se trabajaba sin descanso para asentarse en Primera, los valencianistas vivían de los éxitos del pasado. Fue en la última Liga conquistada pos los che cuando se empezó a fracturar esta 'germanor' con la llegada de Jorge López, hasta entonces jugador emblema del Vila Real. Fernando Roig devolvió la jugada con el fichaje, y posterior venta, de Ayala y la negativa de traspasar al uruguayo Diego Forlán, deseado por los valencianistas.

Juan Soler, entonces máximo accionista del Valencia, llegó a afirmar cuando dejó el club que “lo peor” que había percibido durante sus años como presidente era “la envidia de los que no admiten ni admitirán que el Valencia sea el primer equipo de la Comunitat Valenciana".

En el terreno deportivo, las relaciones se empezaron a torcer después de un discutido penalty que clasificó al Valencia para la final de la UEFA y dejó a los amarillos en el camino. El buen papel en Europa del submarino, culminado con una injusta eliminación en semifinales de Champions, sumado a los malos resultados cosechados en las últimas temporadas en el feudo amarillo, han cambiado la imagen simpática a los ojos de la afición valencianista que ve peligrar la hegemonía futbolística en la Comunitat. Valencia y Vila Real dejan de ser hermanas.

El traspaso este verano de todo un referente del valencianismo como Carlos Marchena al submarino y la guerra en el reparto de los presupuestos televisivos donde el Valencia ha apoyado al Madrid y Barcelona han sido los últimos puntos de fricción entre ambas entidades. A ello hay que sumarle la llegada a la presidencia de un Manuel Llorente que ha tenido sus más y sus menos con la familia Roig en su anterior paso por el Pamesa Valencia.

Con todo esto llega el derbi el próximo fin de semana con los dos equipos en la parte alta de la tabla y a tan sólo 3 puntos de distancia. El Valencia deberá reafirmar el buen inicio liguero y ahuyentar los fantasmas surgidos en las últimas jornadas sobre un cada vez más cuestionado Unai Emery, mientras que el Vila Real deberá confirmar que realmente es una alternativa de peso a Real Madrid y Barcelona. No hay lugar para la 'germanor'.

¿Por qué no nosotros?

El Código Deontológico de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) reza en su primer principio general que "el Periodista actuará siempre manteniendo los principios de profesionalidad y ética...". Sin embargo, ¿cómo abogar por la profesionalidad cuando las plantillas de los medios de comunicación estan repletas de 'profesionales' que no han pasado ni una hora por un aula universitaria de Periodismo?

Según el último informe anual de la profesión, 6.500 son los periodistas en paro el año 2009/10, Una cifra, la de los parados, que se debería poner en a la altura de otra cifra , los 69.117 licenciados que han pasado por las universidades españolas de Periodismo desde la democracia (1976). Pese a ello, a día de hoy, el intrusismo es una de las principales lacras de la profesión. Un intrusismo, unido a la precariedad laboral y a la falta de credibilidad de los mm cc, que han llevado a las empresas informativas a verse entre la espada y la pared. Cuando los recién licenciados de carreras como medicina, enfermería o derecho quieren ejercer esa profesión que tantos quebraderos de cabeza les ha llevado deben pasar, previo pago, por el colegio de sus respectivas profesiones. La salud es primordial, al igual que la justicia pero no menos importante es la voz, las letras, o la imagen de los creadores de opinión.

Algunas de esas grandes voces como Carlos Herrera opinan que“en este trabajo vale más la prueba práctica que el solemne cartón universitario". Si eso es cierto, ¿alguién me puede, por favor, devolver los cinco años de carrera con gastos incluidos, y explicarme que tengo que hacer para hacerme un pequeño hueco en esta tan adictiva profesión demacrada por la realidad y por firmas sin carrera y empresas sin rigor?

domingo, 14 de noviembre de 2010

El fútbol de los ricos

Asientos acolchados con reposavasos, una cristalera que te aisla del resto de los 'mortales' y del frio de la capital en noviembre, televisiones, cuatro azafatas y dos chefs para dieciocho personas; cervecas, sandwiches, jamón serrano, patatas con beicon y queso, croquetas, fajitas de cangrejo, pollo asado con salsa de frambuesa y así un largo etcétera de 'necesarios' elementos que hacen de un palco VIP un realidad paralela de un mundo muy muy lejano. Se echa de menos la presión del estadio, el bullicio de las gradas pero la verdad es que el fútbol tras el cristal se ve con mejores ojos. Pierdes la intensidad de la polémica (que se rompe con las repeticiones que te ofrecen las dos televisiones LED) pero ganas en una comodidad difícil de encontrar en un asiento de plástico entre pipas, empujones y vecinos incómodos.

Por eso, lo siento por mí pero es lo que hay....tengo trauma posPalco.

martes, 9 de noviembre de 2010

Bienvenida

Ruben Santa Eulalia, Juan Antonio Cloquell y Carlos Albert (buff.... el tercero) se suman al blog para abarcr todos los temas posibles...en especial el deporte